Desde tiempos inmemoriales, el final del mes de diciembre, tiempo del solsticio de invierno, fue considerado un período de celebración en el hemisferio norte. El frío clima obligaba a realizar festivales y rituales religiosos para solicitar que el dios Sol regresara y que las futuras cosechas fueran abundantes.
Así mismo, las bajas temperaturas no solo impedían continuar las actividades del campo, sino también obligaban a sacrificar el ganado para no tener que alimentarlo en los duros meses invernales por venir. Todo esto conllevaba a grandes festines de carne, acompañados de bebidas espirituosas elaboradas durante el año y listas para ser consumidas.
Ya en tiempos de la Roma pagana, el solsticio de invierno era celebrado con las “saturnales”, que consistían en grandes fiestas con más de un mes de duración, dedicadas a Saturno, dios de la agricultura. Este era un momento en que muchas actividades se detenían, escuelas y negocios cerraban, los esclavos recibían libertad temporal y toda la sociedad se sumaba al júbilo de las celebraciones.
La palabra “Navidad” nos llega del latín nativitas que significa nacimiento. De esta forma, el tiempo transcurrió y los altos jerarcas de la iglesia cristiana romana decidieron conmemorar anualmente el nacimiento de Cristo, eligiendo como fecha de referencia el día 25 de diciembre. Esta época del año igualmente coincidía con las arraigadas celebraciones saturnales, haciendo que eventualmente ambas fiestas se fusionaron en una sola.
Con el paso de los siglos, la celebración de la navidad fue expandiéndose por el mundo cristiano, incorporando costumbres y adaptándose a la vida en cada país. De Turquía se integró la leyenda de San Nicolás o Papá Noel; el pesebre surgió de las representaciones teatrales medievales; y el Árbol de Navidad se sumó desde Alemania.
El pasado precristiano igualmente nos ha legado otras importantes costumbres navideñas, entre ellas dar regalos, visitar familiares y amigos, compartir la comida, así como la duración misma de la festividad.
Independientemente de cualquier creencia religiosa, este tiempo del año marca un momento especial para convivir en paz y unión. Así mismo, representa el cierre de otro ciclo en nuestras vidas, lo que nos invita a la reflexión.
Esperamos que este post haya sido de tu agrado, siempre recordando que el verdadero espíritu de la navidad habita en nuestros corazones y va más allá de la historia.